Nos ha inspirado

Contento, Señor, contento

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Alberto nació el 22 de enero de 1901, en Viña del Mar, Chile, en el seno de una familia cristiana. Desde niño el sufrimiento traspasó su vida pues con sólo cuatro años perdió a su padre víctima de la violencia. Fue en el colegio san Ignacio donde conoció a los jesuitas y fue naciendo su vocación. Sin embargo, la difícil situación económica de su familia le imposibilitó cumplir su sueño de entrar al noviciado hasta 1923.

Como jesuita, su carisma y la alegría contagiaban a todos los jóvenes que se acercaban a él. Además, la situación de injusticia que vivían los trabajadores de su tiempo fue derivando en una preocupación creciente por los más pobres. Él mismo lo relata:

Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo, acurrucado bajo los puentes, en la persona de tantos niños que no tienen a quién llamar ‘padre’, que carecen hace muchos años del beso de la madre sobre su frente… ¡Cristo no tiene hogar! ¿No queremos dárselo nosotros, los que tenemos la dicha de tener hogar confortable, comida abundante, medios para educar y asegurar el porvenir de los hijos? ‘Lo que hagan al más pequeño de mis hermanos, me lo hacen a Mí’, ha dicho Jesús”.

Y así nace su gran obra: el Hogar de Cristo. Con 50 años le diagnosticaron un cáncer de páncreas. Pese a los fuertes dolores de su enfermedad, se mantuvo alegre y contento, siempre dando una palabra de esperanza y apoyo a quien lo visitaba. “¡Contento, Señor, contento!” fue su canto de cisne.